Por lo que se puede constatar cuando lea esta reseña, la Guerra No Convencional (GNC), se ha repetido, es un proceso estructurado, estudiado, diseñado, puesto a prueba y actualizado en el tiempo. Tiene sus manuales. Sobre la base de los mismos los encargados ajustan sus variables de acuerdo al azar y al contexto donde se desarrollen. Pase y lea.
Las variables venezolanas de la GNC, pareciera narrar estos días, son de alto calibre. Sobre la arena política, ahora se viene la pugna por que la Asamblea Nacional acepte el Plan de Emergencia que ha propuesto el Ejecutivo, y que ha avalado el Poder Judicial reconociendo el carácter constitucional del Decreto de Emergencia.
Y como se ha evidenciado y todos lo comentan, no ha habido momento en el que ante toda oferta de diálogo, de cooperación nacional, de enrumbar esfuerzos comunes, la guerra irregular se manifiesta en toda su violencia, groseramente intentando arrojar cadáveres sobre la mesa. Mataron a Ricardo Durán. Y ya pretenden rematarlo con silencio, relativización, atenuación y disminución respecto al carácter sicarial del crimen.
Y de paso pretendiendo distraer el foco de atención sobre un asesinato conmovedor a partir de una francachela del show de Leopoldo y Lili que recuerda a uno de esos esquechs piches de «Bienvenidos» del 97. Y eso te lo quieren vender moldeado como el único y verdadero sentido común. Como lo más importante.
Para algunos medios impresos, con El Nacional a la cabeza, el asesinato de Ricardo Durán no amerita ni siquiera un recuadro en una esquina de su portada de hoy. La línea de la mediocracia pasa por relegarlo a la página de sucesos, mientras un caso verdaderamente lumpenizado (y «oportuno») como el incidente pre-elecotral de Altagracia de Orituco movió hasta a Aznar.
Las investigaciones dirán, pero el descaro y obscenidad de la violencia de los factores oscuros de la guerra es evidente cuando a todo tenemos que darle su carácter de entrelínea. Hay noticias y «tratamientos informativos» que cobran todo su sentido leyéndose al revés, interpretando cada palabra en sentido contrario. Lo que se llama «lectura en reversa».
El gran Edward Said, en el marco del pensar el hecho cultural y verle los entresijos y seguir los hilos que señalan la ruta de la dominación, proponía como método de interpretación emplear dos movimientos: recepción y resistencia.
Por recepción se entendería tener la capacidad y la disposición amplia para procesar todo aquel contenido (texto) para poder verlo en todo su espectro, sin permitir que la percepción propia e ideológica medie en esa parte del movimiento, porque para eso se ejerce la resistencia: para procesarlo (ay, la tan mal manoseada palabra) críticamente.
Buscar y desentrañar lo que no se muestra y pensar los hechos y contextos en el marco de indagación sobre la GNC
Del mismo modo debe moverse la capacidad de riesgo en el análisis al buscar y desentrañar lo que en un primer momento está destinado a no ser demostrable, confirmable, debajo de la mecánica de que sólo lo visto es lo que es. Del mismo modo hay que andarse a la hora de pensar los hechos y los contextos en el marco de lo que se viene indagando sobre la GNC. Misión Verdad tiene dos años de trabajo en esa dirección.
Falta y queda pendiente desarrollar la pata 2.0 de la GNC, que amerita su propio desarrollo.
El manual
«En el futuro previsible, las fuerzas norteamericanas se involucrarán principalmente en Operaciones de Guerra Irregular», dice en su prefacio el manual «Guerra No Convencional de las Fuerzas Especiales (TC-18 01)» de 2010.
Según artículo clave de la escritora Sharmine Narwani, el documento adjuntado más arriba se trata de una publicación interna que tiene el propósito de especificar y corregir inconsistencias en el marco de la doctrina de guerra irregular. Consta de 97 páginas, estructurado en tres capítulos y cuatro apéndices.
«Las intenciones en los esfuerzos de Guerra No Convencional (GNC) de los Estados Unidos buscan explotar las vulnerabilidades políticas, militares, económicas y psicológicas de un poder hostil, mediante el desarrollo y el sostenimiento de fuerzas de resistencia que cumpla con los objetivos estratégicos de los Estados Unidos«. Así, sin decoro alguno, va explicando y jerarquizando en su introducción. El subrayado es nuestro.
«La combinación de los efectos de dos líneas de esfuerzo, en gran medida genera los resultados finales de una campaña de GNC. Los esfuerzos son el enfrentamiento armado y la subversión», sostiene un poco más adelante el manual.
«El aspecto más vil de la GNC –aparte de las obvias violaciones a la legislación internacional en relación a su soberanía, integridad territorial y la pérdida de vidas humanas / propiedades, etc.– es el esfuerzo agresivo y proactivo por influir psicológicamente a la población contra su gobierno», señala, en su nota, Narwani.
Hay tres características de esa «resistencia» que moldea el tutelaje gringo dentro del marco de la GNC, «disposición de cooperar con los Estados Unidos», «objetivos e ideología compatibles» y «un liderazgo capaz en la resistencia».
Del liderazgo de la resistencia «tiene que existir una disposición genuina, desarrolla el manual, para cooperar y colaborar con los Estados Unidos».
Y es en la evolución de las fases tempranas en el desarrollo de la GNC donde se ve con absoluta claridad el incremento en el número de acciones e intensidad de las mismas, como lo demuestra esta gráfica:
De abajo hacia arriba se describe el proceso de estructuración de una insurgencia o resistencia en el marco de la GNC. «Creación de una atmósfera de amplio descontento mediante propaganda y esfuerzos políticos y psicológicos para descacreditar al gobierno». «Infiltración en la administración gubernamental, policía, ejército y organizaciones políticas nacionales», va describiendo mientras cada etapa conquistada coloca a la sociedad y al país ya no digamos en pie de guerra, sino dando el salto hacia la misma. Toda una fraseología que puede resultar bastante conocida para muchas personas hoy en día, por decir lo menos y no desviarnos.
Rebobinando un poco, la estructuración que en su base entraña una serie de acciones clandestinas en ascenso dramático, hasta pasar de una fase clandestina a otra abiertamente insurreccional se enmarca, a su vez, dentro de un marco conceptual mayor de siete etapas.
«El esbozo de las siete fases de la GNC es un constructo conceptual que ayuda en la planificación. Ilustra las fases normales de una GNC. El personal no debe confundir las siete fases de la GNC con las fases del desarrollo por el que progresan las fuerzas amigas de la resistencia. Es importante para los planificadores reconocer cuando factores tales como el tiempo, condensa o modifica la progresión habitual de las siete fases. Además, algunos elementos operativos puede que solo apoyen una parte de la campaña y por lo tanto se pierdan alguna de las siete fases. No obstante, todos los elementos operativos deben entender cómo su esfuerzo individual calza dentro de la campaña general», detalla el manual, antes de la gráfica, que sería la siguiente:
Tomándose a rajatabla tal proceso, que cada quien decida dónde se ubica el panorama venezolano de acuerdo a esa pauta. O de acuerdo a la gráfica anterior.
El presidente Maduro ha sido enfático al denunciar la operativización de esta suerte de guerra-hidra contra Venezuela.
Contrastar necesariamente
En su nota, la investigadora Narwani establece conexiones con cómo se han desarrollado precisamente estos puntos en el marco de las «primaveras árabes» que sacudieron a varios países del mundo árabe y musulmán en 2011.
Señala que existió un intento frustrado de ejecutar uno en Irán (preparado para iniciarse el 14 de febrero), pero que con la experiencia acumulada en la fallida «revolución verde» de 2009 fracasó «en el sabotaje tecnológico, en la infiltración en redes sociales y asesinatos».
A Libia la concibe en el extremo opuesto en relación al caso iraní, puesto que se cumplió en su momento a cabalidad lo expuesto en la segunda gráfica, donde se debe marcar la diferencia con el esquema a partir de la participación de la Otan y del liderazgo tras la sombra de los Estados Unidos.
El caso sirio lo concibe como una combinación de los dos anteriores, pero el artículo que aquí comentamos fue escrito por Narwani en 2012, por lo tanto excluye mucho el cómo ha evolucionado, sí, dentro de ese marco. El manual, por supuesto, también habla de agitar divisiones de cualquier orden, bien sea religioso, sectario o étnico.
Probablemente, una ejecución similar pudiera haber ocurrido acá en Venezuela este año. Ocurrió y fue frustrado a principios de 2014 (en simultáneo con Ucrania). Y amén de lo leído más arriba, cobra sentido lo citado en lo que se refiere a las condiciones y a la evolución de las fases.
De acuerdo a lo visto más arriba, por ahora han tenido mayor efecto los recursos asimétricos dentro de la economía que el calentamiento de calle rumbo a la consolidación de una fase insurreccional.
Probablemente se hubiera acentuado radicalmente si el mapa electoral no los hubiera favorecido de la forma en que terminaron los resultados comiciales. El actual panorama político los obliga a revisar el manual de nuevo y valerse de otra serie de recursos de la guerra. De la guerra política. Al menos como fachada legitimante.
Ignorar los datos en torno a la GNC es análogo a hacerse cómplice de sus operaciones
Quien salga de último que apague la luz
Poniendo ahora mucho de los fenómenos desde esta perspectiva, se ofrece otro ángulo en los problemas actuales. Desde este marco, la corrupción, la negligencia y el gris burocratismo son armas de guerra. Y dentro de ese marco bastante difuso, no sólo muchos lo saben, sino que deliberadamente lo promueven, ahí donde confluyen los pendejos ambiciosos y las operaciones de inteligencia. Por ejemplo.
Una realidad no excluye a la otra, ni se cancela. Así como mucho de cierto tiene el factor humano, también lo tiene el cómo toda esta suma de factores pueden ser conducidos, promovidos, ejecutados y hasta controlados si se lleva al otro extremo de este arco de desestabilización que nos venimos imaginando.
Ciertas racionalidades, ciertos sistemas lógicos, ciertas interpretaciones de lo material y lo histórico no alcanzan siquiera metodológicamente para aceptar conspiraciones y guerras que primero se hacen sordas e invisibles.
El confort zone de la mala administración ideológica les impide aceptar algo que no sea evidente en el material reino de este mundo. El escepticismo como operación lógica, en este caso, no pasa de ser una falla imaginativa y la autoincapacitación para señalar ahí donde el poder no quiere ser visto.
Tan es así, que un despacho interno de la CIA de 1967 señala la necesidad de etiquetar como «teóricos de la conspiración» como vía para desacreditar por todos los medios a quienes elaboren una serie de denuncias que efectivamente se acerquen a hechos de este orden.
Triste es que en este punto se peque por defecto a la hora de darle validez y verosimilitud al cómo se despliegan estas tramas oscuras. En ese sentido opera la banalización de la guerra.
Pero ya en este punto, si se niega a rajatabla sin siquiera conceder un mínimo de posiblidad, sólo obedece a tres razones: o es la ceguera que produce la petulancia político-ideológica, o participa conscientemente en el proceso, o es lo suficientemente ignorante y narcotizado por los mecanismos de alienación, en cualquiera de sus formas llega un punto de la historia en que inevitablemente se para en cómplice de lo peor.
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