Guerra económica contra el pueblo, estallido social y «Pacto de Agua» F. David Arráez Y.

 

Estamos en guerra y esta se expresa en nuestro país fundamentalmente en la economía. Esta es una verdad de Perogrullo, y sólo un imbécil puede negarla, al menos que obedezca a una política de negación de esa agresión imperial.

Ahora bien, tenemos que darle sustancia a esta afirmación, cuáles son las partes en guerra. Un bando es la élite imperial-criminal-mundial y sus operadores políticos: empresarios, lacayos, infiltrados y agentes de inteligencia dentro del país. Cuentan con las principales empresas de distribución de productos de primera necesidad, entre ellas las más importantes, las cuales ejercen prácticas monopólicas. Disponen de una «quinta columna» enquistada dentro de las instituciones del Estado que sabotean y ralentizan los procedimientos normales del funcionamiento de los organismo del Gobierno, creando zozobra y malestar en los ciudadanos que solicitan algún trámite oficial.

Tienen un ejército mercenario (bachaqueros), conformado por un contingente de mujeres y hombres cuya tarea es crear las colas y algunos altercados en los supermercados y diversos almacenes de abastecimiento, agotando los productos «regulados» para luego revenderlos y/o distribuirlos a precios especulativos. Este ejército mercenario cuenta con varias cédulas de identidad chimbas para violentar el control de las captahuellas (donde las hay). También tienen a su servicio una ágil «caballería», formada por grupos de «motorizados» que se mueven como peces en el agua en diferentes tareas. Usan como transporte logístico una flota constituida por: taxis, camionetas, vans y autobuses. Una red de informantes dentro de las empresas expendedoras al detal y al mayor de artículos de primera necesidad, tanto privadas como públicas, que le suministran información sobre los supermercados y similares, hacia dónde van a abastecer o dónde están disponibles los productos regulados y/o escasos.

Esta guerra está planificada para deteriorar las simpatías y apoyo del pueblo venezolano a su Gobierno Bolivariano y hasta la fecha lo han logrado, tanto así que las elecciones legislativas fueron un gran éxito para la oposición venezolana, logrando desplazar al chavismo de la mayoría de la Asamblea Nacional.

El Gobierno Bolivariano no ha podido hasta el momento obtener alguna victoria, ni temprana ni importante, que comience a desmontar la estrategia del enemigo. Ha hecho grandes esfuerzos para abastecer a la población, implementando operativos de distribución a cielo abierto de grandes cantidades de alimentos, pero estas operaciones contingentes sólo logran paliar por momentos las necesidades básicas de la población. El contrabando de extracción se va adaptando a las medidas que toma el Gobierno y construyen nuevas formas y rutas para continuar su criminal y lucrosa actividad con complicidades internas y externas, en que la corrupción de funcionarios juega un papel muy importante.

Los sectores de la población que más sufren esta guerra económica son la de los asalariados, pensionados y jubilados que sólo disponen de sus remuneraciones, las cuales se ven vaporizadas por la inflación inducida y la especulación indetenible. A los trabajadores y trabajadoras se les hace muy difícil utilizar el tiempo en hacer colas sin consecuencias en el cumplimiento de sus horarios laborales.

Hay que priorizar nuestro ejército, atenderlo, formarlo, alimentarlo

La población que se dedica a vender algunos productos o servicios, tales como bodegas, ventas de alimentos preparados, verduras, hortalizas y frutas, peluquerías, taxistas, plomeros, electricistas, mecánicos, albañiles, consultorios médicos y odontológicos privados, en fin, una muy larga lista de las diferentes profesiones u oficios que trabajan “por su cuenta” y un gran número de negocios. Lo común entre todos ellos es que se protegen aumentando los precios de las mercancías que venden y las tarifas de los servicios que prestan, creando así una espiral especulativa viciosa, hasta que comienzan a disminuir sus ventas debido al límite de lo que podrían pagar sus clientes. Es en ese momento en que se detiene la elevación de esta espiral, pero queda anclada en precios especulativos debido a que aún no hay acciones asertivas tanto gubernamentales como populares para detenerlos.

El ejército que dispone el proyecto revolucionario bolivariano y chavista está conformado por los 5 millones 600 mil y tantos patriotas que resistieron con firmeza, hasta llegar en muchos casos al estoicismo. Aquí están incluidos tanto civiles como militares y funcionarios que sufragaron a favor del Gobierno. A este ejército hay que fortalecerlo con políticas bien pensadas para que no padezca de falta de alimentación, de servicios de salud y acceso a las medicinas, al igual que con sistemas de comunicación accesibles producidos por empresas del Estado. Pudiéramos decir que esto es válido para todo el pueblo, y así es, pero si estamos en guerra hay que priorizar nuestro ejército, atenderlo, formarlo, alimentarlo y hasta mimarlo.

Nicolás Maquiavelo, filósofo del Renacimiento, aconseja al «Príncipe» que no es sano contar con ejércitos mercenarios, pues estos no son confiables porque pueden voltearse a un mejor postor o independizarse y actuar de modo propio. La historia está llena de ejemplos de esta afirmación. Si por alguna razón mágica o no la oposición venezolana tomara el poder total en Venezuela, ellos no podrían desmontar y licenciar su ejército de mercenarios sin la consecuencia de un gran baño de sangre.

La situación en el país está muy crítica, la población venezolana está obstinada de tanto pasar trabajo para acceder a los bienes de primera necesidad o tener que pagarlos a precios altamente especulativos. No podemos descartar un estallido social. Éste hasta el momento ha sido detenido por los esfuerzos ya comentados que hace el Gobierno para paliar las necesidades del pueblo, pero esto tiene un límite y no sabemos cuál es.

Si en el país se produjera un estallido social no sería parecido al ocurrido en 1989, porque esta vez la FANB no saldría a masacrar al pueblo y el sector empresarial y comercial tendría grandes pérdidas. Esto no lo desea ningún sector con sensibilidad nacional de este país. Quizás la élite imperial-criminal-mundial con su Teoría del Shock, descrita magistralmente por Naomi Klein, pudiera estar interesada en esta tragedia para intervenir directamente en el país, pero las consecuencias de este escenario son imprevisibles y el Imperio no está en una situación holgada para tomar una decisión de tanta envergadura, pero han cometido tantas torpezas y vilezas que no podemos descartar una locura como esa.

La caída a velocidad de vértigo de los precios del barril de petróleo se aproxima a nuestro costo de producción, si es que no ha llegado ya. Este costo se ubica entre los 13 y 20 dólares por barril. Esto obliga a llegar a un «Pacto de Agua» con cierto sector del empresariado que percibe el inminente peligro de un colapso económico.

Alguien respondió, cuando lo acusaron de pesimista: «No es que yo sea pesimista, lo que pasa es que la realidad es pésima».

Fábula del «Pacto de Agua». En una selva donde se produce una gran sequía, en el único bebedero de agua disponible se observan leones, tigres, venados, gacelas; todos bebiendo agua para mitigar la sed, lo hacen amistosamente. Los une el sentido de supervivencia.

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