El norteamericano Steve Salisbury sostiene que se ha reunido con las Farc en Cuba once veces. / Cristian Garavito – El Espectador
En diálogo con El Espectador, este periodista relató detalles inéditos de su participación en el proceso de paz con las Farc. Sostuvo que se reunió once veces en Cuba con la cúpula guerrillera y que se convirtió en una especie de puente con funcionarios de Estados Unidos para reportarles los avances de los diálogos. Su historia es tan fascinante como enigmática.
El norteamericano Steve Salisbury es un hombre enigmático. Tiene 54 años y varias guerras encima. Habla muy rápido cuando intenta desandar su pasado y siempre tiene un tono vehemente. Trabajó como fotógrafo y periodista freelance para medios de Estados Unidos como The Washington Times o The Wall Street Journal. Incluso ha publicado análisis en la revista Semana. En los años 80 se hizo relativamente famoso cubriendo las guerras en Centroamérica para Soldier of Fortune, una revista militar muy asociada en algunos círculos con la CIA. Incluso, en 1984 apareció una fotografía de él con un arma en El Salvador. ¿Qué hace un periodista en esas?, le pregunto. Él dice que como corresponsal de una revista militar en esa época una imagen así no resultaba exótica.
Años después, Salisbury saltó a Colombia para documentar para distintos medios de Estados Unidos los bombazos de Los Extraditables y Pablo Escobar. Una década más tarde, ya en los tiempos del Caguán, entrevistó a los jefes guerrilleros Alfonso Cano y Raúl Reyes y dialogó con Manuel Marulanda –todos muertos ya–. También lo hizo con el comandante paramilitar Carlos Castaño y con otros actores del conflicto. Salisbury parece ser un hombre que se mueve muy bien en las cenagosas arenas de la guerra.
En 2002 entrevistó al misionero estadounidense Russell Martin Stendal, famoso por repartirles biblias a guerrilleros, soldados y labriegos, y quien años después terminó procesado por sus presuntos nexos con las Farc (aunque la Fiscalía retiró esa acusación). Salisbury siguió con sus contactos en Colombia y empezó con sus análisis. Así fueron pasando los años: se le escurrió la paz a Pastrana, vinieron los dos gobiernos de Uribe y, ya en la era Santos, su nombre volvió a rondar en un proceso de paz. Terminó yendo a Cuba en 2013.
¿Su contacto? Según él, fue el misionero Stendal. A finales de 2012 las Farc empezaron a buscar contactos con el gobierno de Estados Unidos con el objetivo de tantear, a través de intermediarios, asuntos tan álgidos como la extradición, la exclusión del listado de grupos terroristas o la eventual liberación de Simón Trinidad. Querían saber, en últimas, qué pensaba el gobierno Obama de los diálogos de paz. En ese contexto, de acuerdo con Salisbury, fue Stendal el primero que viajó a La Habana en enero de 2013. Llegó junto con otro misionero norteamericano de 89 años.
Allí Stendal se reunió con Iván Márquez y Jesús Santrich. El misionero regresó a Colombia y se contactó con Salisbury. En palabras de este último, Stendal le pidió que fuera a la isla para hablar con ellos, pues sabía de los contactos de Salisbury con algunos funcionarios norteamericanos. Finalmente Salisbury viajó a Cuba y comenzó a estrechar sus lazos con la delegación de las Farc, al tiempo que se cruzaba correos con sus enlaces en Norteamérica. La historia de su intermediación se la contó a El Espectador.
“Siempre pensé que iba a publicar algo. Pero en ese momento (2013) las cosas estaban muy complicadas, porque no había un enviado especial de Estados Unidos para la paz, y las Farc querían tener todo reservado”, relató. “Yo me comuniqué con un analista de inteligencia en Washington. Él ha sido un héroe en estos esfuerzos de paz, pero quiere mantenerse anónimo. Trabajó en el Consejo Nacional de Inteligencia. Ya se jubiló. Él terminó siendo mi contacto con funcionarios en EE.UU.”, añadió Salisbury.
Un escenario sensible, pues en ese momento, oficialmente, nadie del gobierno norteamericano podía tener contactos con un grupo designado como terrorista por el Departamento de Estado. Antes de viajar a Cuba, según Salisbury, hizo contacto con el agregado de Defensa de la Embajada en Bogotá, en la época del embajador Michael Mckinley. “Hablamos en su apartamento (ubicado cerca del Centro Andino en Bogotá) de la situación de Colombia, de los viajes del grupo de misioneros de Stendal a Cuba. Tuvimos muchos encuentros más. Finalmente fui a Cuba en abril de 2013. Viajé con Stendal. Nos recibió un delegado de las Farc. Poco después hablamos con Iván Márquez y Jesús Santrich”.
¿Quién pagó sus viajes a La Habana?, le preguntó El Espectador. “El misionero Stendal pagó diez viajes. El último lo financió otro amigo que ha apoyado el proceso de paz”, sostuvo Salisbury. Durante dos horas dialogó con este diario en marzo pasado y reveló detalles inéditos sobre el proceso, su rol como presunto intermediario y la posibilidad de convertirse en una especie de puente con Estados Unidos. Desde entonces, El Espectador se dedicó a corroborar su historia.
Nos comunicamos con funcionarios del alto gobierno, delegados del proceso de paz, voceros de las Farc y funcionarios de la Embajada norteamericana en Bogotá. La respuesta oficial de Estados Unidos fue escueta: “El señor Salisbury nada tiene que ver con la Embajada. Él hace sus comentarios sobre el proceso de forma particular”. Un integrante del equipo negociador del gobierno dijo no conocer la participación de Salisbury y calificó sus revelaciones como “exageradas”. La guerrilla, en cambio, sí aceptó que lo conoce. De hecho, hay varias fotos de Salisbury con Iván Márquez, Jesús Santrich, Pablo Catatumbo, Pastor alape yRomaña. Además, Salisbury aparece en otra imagen con William Ury, uno de los cuatro asesores internacionales del presidente Santos.
En varias ocasiones este diario buscó a los delegados de las Farc en Cuba con el fin de obtener una respuesta sobre el papel de Salisbury en el proceso. Incluso, a dos de ellos se les preguntó directamente en La Habana por el norteamericano. Aún más, conocieron la primera entrevista que le hizo El Espectador a Salisbury. Al final su respuesta fue esta: “Confirmamos que lo conocemos. Que ha venido a La Habana. Pero no estamos dispuestos a responder a cada afirmación del señor. Cada quien es dueño de su verdad y su silencio. Y muchas de las cosas que dice son propias de su cosecha”, respondió uno de los plenipotenciarios de las Farc, que es mencionado por Salisbury.
Steven Salisbury, acompañado de varios integrantes de las Farc, en Cuba.
El hermetismo de los funcionarios norteamericanos impidió corroborar sus contactos con altos funcionarios de ese país. Pero está claro que las Farc lo conocen, que existen muchas fotografías que lo prueban y que no desmintieron sus contactos. Este diario se comunicó hace una semana con el misionero Martin Stendal, pero éste se negó a confirmar o negar la versión de Salisbury. Después de varios encuentros, múltiples respuestas a distintas preguntas sobre la primera entrevista de marzo, infinidad de correos cruzados y el envío de fotografías, estas fueron las revelaciones de Salisbury a El Espectador:
¿Cómo fue ese primer encuentro con la guerrilla en 2013?
Muy interesante y productivo. Querían un puente para expresar sus posiciones y que su mensaje llegara a EE.UU.
¿De qué hablaron en esa primera reunión?
Me hablaron de Simón Trinidad, de extradición y posconflicto, de su deseo de salir de la lista de organizaciones extranjeras terroristas del Departamento de Estado. Fui claro en que no representaba a EE.UU. ni hacía parte del gobierno. Pero, por curiosidad intelectual, les dije que podía escuchar y después transmitir lo que escuchaba a los funcionarios. Las Farc querían contacto directo con EE.UU. desde el comienzo, pero la respuesta de ese gobierno fue que eso era un problema interno de Colombia. Durante cuatro días los escuché esa primera vez.
¿Después qué pasó?
Les dije que por qué no escribían una carta para los altos funcionarios de EE.UU. Si querían expresar sus posiciones, debían intentarlo. Quedamos en que debía volver a Cuba al mes siguiente (en mayo de 2013) para recoger la carta. Antes de eso volví a Bogotá, le conté a mi contacto en la Embajada que las Farc querían expresar sus puntos de vista. A él le pareció interesante. Pero todo debía hacerse de forma reservada. La carta se hizo y llegó a su destinatario. Ahí, sin saberlo, entra El Espectador al proceso. En vísperas de mi viaje para recoger la carta, ustedes publicaron el artículo “Contactos de las Farc con EE.UU.”. Ellos estaban consternados por la filtración. Yo les dije que a mí también me había sorprendido, pero que ese artículo demostraba que sí había funcionarios de EE.UU. que estaban al tanto de lo que ocurría en Cuba.
¿Qué pasó cuando llegó a Cuba por segunda vez?
Me dieron la carta y yo tenía que llevarla personalmente, como un mensajero. Volví a Bogotá y me vi con el agregado de la Embajada. Se la entregué y después me enteré de que sí había llegado a su destinatario.
¿A cuál destinatario?
A un alto funcionario del gobierno de Estados Unidos.
¿Qué decía? ¿Tiene certeza de que llegó?
Era una carta en la que mencionaban su interés en hablar con EE.UU. Sí creo que llegó (la carta).
¿Las Farc fueron específicas en la misiva?
Le puede preguntar a Iván Márquez o a Timochenko. Pero fue muy importante esa carta, porque en ese momento EE.UU. tenía dudas y malos recuerdos.
¿Qué pasó después de esa carta?
Hice más viajes. Once en total. Los dos primeros años fueron muy intensos. Mi papel era escucharlos, pero en terreno. Ellos empezaron a hablar más y más y yo empecé a retomar sus observaciones para mis amigos en EE.UU. Hablábamos de muchos temas. Por ejemplo, de cómo sacar a los menores de edad del conflicto. O de la preocupación de las Farc en un momento del proceso por el peligro que podría generar tanta expectativa sobre una firma muy rápida; o de la división de opiniones dentro de las Fuerzas Militares que podría amenazar los diálogos; incluso sobre las visitas de víctimas y familiares de ellas a Cuba; o la propuesta de una eventual reforestación y desarrollo agrícola para excombatientes.
Alias “Rodrigo Granda”, “Pablo Catatumbo”, Salisbury, una mujer no identificada, “Iván Márquez” y William Ury, asesor internacional del proceso. / Steve Salisbur
¿Con quién habló de las Farc en esos viajes?
Con Iván Márquez, Jesús Santrich, Pablo Catatumbo, Pastor Alape, Rodrigo Granda, Romaña y otros guerrilleros.
¿Y qué le decían?
Que tenían un deseo inquebrantable de obtener la paz, igual que el presidente Santos.
¿Cuándo fue la última vez que estuvo en Cuba?
Poco después de la firma del acuerdo de justicia, en septiembre pasado. Estoy orgulloso, porque he tenido voz en varios temas del proceso.
¿Cómo se coordinaban esos viajes?
Dependían del momento en que se pudiera contribuir a observar o tener claridad sobre un punto y si éste se podía empujar de manera positiva, tanto para los intereses de Colombia y EE.UU., como para la comunidad en general, en favor de la paz y un acuerdo sólido.
¿Pero cómo se coordinaban?
Con el misionero Stendal. Con él viajé diez de las once veces. Nadie me dijo nunca que no podía escribir sobre esta experiencia. En ese momento era más útil y efectivo ayudar en privado.
¿Usted entendió siempre que su función era como intermediario y no como periodista?
Tarde o temprano yo iba a escribir algo. Inclusive les dije a las Farc que iba a escribir un análisis o un artículo para dar más claridad e información sólida.
¿Quién pagó?
El misionero pagó casi todos mis gastos de viajes. En Bogotá hacía trabajos para particulares, de otras cosas. Yo tenía mis ahorros para sostenerme aquí en Colombia mientras colaboraba en el proceso.
“Rodrigo Granda”, el misionero Martin Stendal, Steve Salisbury y alias “Pablo Catatumbo” en La Habana.
¿Pero por qué un extranjero decide gastarse sus ahorros para seguir con esos contactos?
Yo tengo una posición especial y privilegiada y he conocido a muchos actores del conflicto armado, incluyendo a sus líderes, y he visto tanta gente muerta, tanta destrucción, a amigos a los que esta guerra terrible les ha destruido sus vidas. Si yo puedo contribuir de alguna manera a parar ese sufrimiento, ese dolor y esa violencia, sería una irresponsabilidad no hacerlo.
¿Cuántos correos se ha cruzado con las Farc?
Ufff. Centenares. Creo que fui importante para que EE.UU. escogiera un enviado especial para el proceso. Mis reportes y análisis ayudaron a que eso ocurriera. Eso lo sé porque un contacto de Estados Unidos me lo dijo. Me he cruzado centenares de correos con mis contactos estadounidenses, que incluyen funcionarios. La jefatura de las Farc también me ha dicho que algunas de mis propuestas, análisis y contactos han sido importantes en estas gestiones en favor de la paz.
¿El Gobierno Nacional sabe de estas gestiones?
Yo hablé con el entonces comandante de las Fuerzas Militares, general Leonardo Barrero, durante este proceso de paz. También tuve reuniones con el general Martín Nieto, hoy negociador de la subcomisión técnica de resolución del conflicto. Él sabía que los misioneros y yo íbamos a Cuba. Además, he estado en contacto frecuente con William Ury, experto en resolución de conflictos de la Universidad de Harvard, y uno de los cuatro asesores internacionales del presidente Santos, así como con Jonathan Powell, exjefe de gabinete de Tony Blair. Hubo una reunión entre Ury, Powell, tres generales retirados y yo a finales de octubre 2015.
¿Por qué quiso hablar de esto en público? Pareciera reclamar protagonismo. ¿Eso no le resta credibilidad a su historia?
Estamos en un momento crucial del proceso y hay que informar bien al público para evitar confusiones. Tengo una posición altamente especial y única en este caso. El 10 de marzo de 2016 un funcionario estadounidense de un departamento relacionado con seguridad me escribió que el tiempo de mi anonimato en el proceso de paz había terminado y que sería bueno que revelara mi papel públicamente para ayudar a informarle al público con más precisión. Para más claridad, hice este análisis en www.peaceinsider.com. Así, esto ayudaría al debate sobre el proceso de paz, especialmente ahora que el presidente Obama le ha propuesto al Congreso de Estados Unidos el plan “Paz Colombia” y que el proceso de paz está en esta etapa tan delicada. Soy un ciudadano que ha ayudado en un tema humanitario. A las Farc y a mis contactos en Estados Unidos les conté que iba a hablar con El Espectador.
A algunos les podrá sonar exagerado el papel que usted reclama en el proceso. La Embajada de Estados Unidos no confirma sus contactos y las Farc sólo dicen que sí lo conocen, sin dar detalles. ¿Por qué debemos creer su historia?
Primero, porque es verdad. La Embajada de Estados Unidos tampoco niega mis contactos. Pues, el no confirmar, ni negar, a veces es un procedimiento estándar en la diplomacia. También le he mostrado a El Espectador varias de mis comunicaciones privadas con mis contactos de Estados Unidos para probar mi papel y entiendo que por su criterio de responsabilidad periodística ustedes han decidido mantener la reserva. Además, están las fotos en Cuba con los jefes de las Farc. En una de ellas aparece el asesor internacional del gobierno para el proceso, William Ury. Cito textualmente un correo de Ury a mí fechado en marzo de 2015: “Felicitaciones por tu trabajo como un intermediario… Muy útil”.
Usted trabajó en los años 80 para la revista anticomunista de asuntos militares “Soldier of Fortune”. Según varios cables de la época, ese medio cooperó en la guerra de los contras nicaragüenses en El Salvador. ¿Fue así?
Yo trabajé para esa revista como corresponsal de guerra. Bob Brown, el fundador y propietario, fue un visionario en usar un formato de reality muchos años antes de los programas de televisión de hoy. En ese formato se publicaron artículos en Soldier of Fortune sobre conflictos armados, unidades especiales, policiacas, militares y guerrilleros. La revista siempre actuó dentro de los parámetros de la ley estadounidense. En esa época el presidente Ronald Reagan hizo un llamado al sector privado para que enfrentara al bloque soviético en la Guerra Fría. Bob Brown y Soldier of Fortune contestaron no enviando armas, pero sí medicinas, materiales de acción cívica y algunos entrenadores militares veteranos de la guerra de Vietnam para apoyar las fuerzas militares de El Salvador y a los contras nicaragüenses contra el gobierno sandinista.
¿Pero usted ayudó a la CIA a través de “Soldier of Fortune”?
Soldier of Fortune no es la CIA. Pero unos miembros o asociados de Soldier of Fortune conocían a agentes o funcionarios de la CIA. Estuvimos operando en los mismos círculos a veces. Yo no soy de la CIA, ni recibí dinero de la CIA. Muchos años después, cuando ya no trabajaba para Soldier of Fortune, fui panelista en una conferencia patrocinada por la CIA hablando sobre Colombia.
En un cable de 1984 de UPI se asegura que usted aparece en El Salvador en una fotografía cargando un fusil y uniformado. ¿Qué hace un periodista en esas?
Mi carrera ha tenido etapas diferentes. Comencé como un periodista freelance aportando fotos a UPI que aparecieron en The New York Times, Miami Herald y otros medios, luego escribí un artículo a The Nation sobre una masacre perpetrada por soldados salvadoreños, según testigos. Eventualmente, por haber estado cubriendo conflictos centroamericanos, Soldier of Fortune me contrató como corresponsal fijo. Allí no era extraño, justamente por ser una revista militar, que sus corresponsales se tomaran fotos con un arma. Después de trabajar con Soldier of Fortune, volví a medios no militares.
¿En qué momento un hombre que ha trabajado tan cerca de la CIA y en una revista anticomunista termina como contacto de las Farc en Cuba?
Debido a mis contactos con funcionarios estadounidenses, algunos de los cuales subieron a altos niveles del gobierno, y por mi experiencia en los conflictos armados al saber el horror de la guerra, mis contactos vieron en mí alguien importante para ser un intermediario en estos diálogos de paz.
Qué quiere hacer después?
Me apasionan los temas de Colombia, tengo un amor por este país, me siento colombiano en parte. Llevo trabajando aquí desde 1990, cuando llegué a cubrir periodísticamente la época de Pablo Escobar y el cartel de Medellín. La gente en Colombia es muy amable y cariñosa. Creo que ayudé de alguna manera a que las Farc tomaran la decisión de declarar el cese al fuego unilateral e indefinido. Yo les dije que eso podía ayudar mucho al proceso.
¿Cree que esta vez sí se va a firmar la paz?
Creo que no hay garantías de que se firme en 2016, aunque no lo descarto. Si las cosas encajan bien, si la gente usa su creatividad y sabiduría, puede haber un acuerdo. Aunque hay peligros potenciales que pueden surgir y hay que usar la inteligencia para enfrentarlos.
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