La guerra y la paz a través de los ojos de una combatiente holandesa de las FARC-EP

Alexandra Nariño es delegada en la mesa de negociaciones en el proceso de paz colombiano. | Foto: FARC-EP

Por: Heather Gies

Alexandra Nariño guerrillera y delegada en el proceso de paz, habló con teleSUR acerca de sus 14 años en el ejército rebelde.

Alexandra Nariño no es colombiana, sin embargo el inminente fin de 50 años de guerra civil entre el gobierno y las fuerzas rebeldes de izquierda en el país suramericano representa una “enorme alegría” para ella.

Esto es porque esta mujer de origen holandés ha estado luchando con la guerrilla de las FARC-EP durante 14 años. Después de vivir en la selva en los campamentos de las FARC-EP cerca de una década, estos últimos 4 años Nariño ha tenido un rol importante en el proceso de paz en La Habana, Cuba, que apunta a la transición de Colombia desde este conflicto de larga data hacia una nueva era de paz.

Aunque Nariño, también conocida como Tanja Nijmeijer, es holandera, dice que sus razones para tomar las armas en el movimiento rebelde de izquierda fueron las mismas que tuvieron sus camaradas colombianos para unirse – una afirmación que sabe es difícil que muchas personas crean.

Nariño habló con teleSUR inglés desde la Habana, lugar de las conversaciones de paz y afirmó: “Vine a Colombia, vi la injusticia y sentí que debía hacer algo…la única diferencia es que no viví la injusticia en carne propia… vi la violencia del estado, pero no la sufrí”.

Nariño se unió a las FARC-EP en 2002 luego de haber quedado impactada con los niveles de inequidad y de abusos a los derechos humanos en Colombia, durante su estadía como instructora de inglés en 1998.

“Creo que para mí el ver a tantas personas que sufrían me hizo tomar la decisión de unirse y mostrar mi solidaridad” .

Para entonces, el conflicto armado estaba en pleno desarrollo. El grupo paramilitar de Las Autodefensas Unidas de Colombia había sido creado el año anterior y rápidamente establació su reputación de sangre fría al asesinar a 30 personas en un ataque conocido como la Masacre de Mapiripán en 1998. Un reporte de derechos humanos en Colombia del Departamento de Estado de Estados Unidos ese año documentaba problemas recurrentes con asesinatos extrajudiciales, desapariciones forzosas y ataques a civiles perpetrados por fuerzas paramilitares y algunos casos de “limpieza social” a manos de la policía.

En el año 2000, durante los Gobiernos de Bill Clinton y Andrés Pastrana se lanza el Plan Colombia, un paquete de ayuda financiera multimillonario antinarcóticos y antiinsurgencia, el cual fue condenado por organizaciones de derechos humanos por haber sido un detonante de masacres, empoderar a los escuadrones de la muerte, así como exacerbar y prolongar la guerra civil. Nariño se unió a las FARC-EP dos años después, el mismo año que el derechista y ligado a las paramilitares, Álvaro Uribe Vélez, toma posesión como presidente.

Casi una década y media después, Nariño sigue comprometida con la lucha que “siempre ha sido una pelea política”, afirmó que está “consciente que aún queda mucho por hacer” y esto la ha mantenido en las FARC-EP todo este tiempo. También es optimista sobre esta nueva fase que lleva al país en un proceso de paz, el cual ella ve como una oferta de nuevos espacios para la “lucha por una sociedad justa” , lo cual incluye la participación política de las FARC-EP en el marco electoral.

“Muchos hablan de la transición de las FARC-EP hacia un movimiento político”, dijo. “Mucha gente no sabe que siempre hemos sido un movimiento político. Éramos una movimiento político y militar, y ahora seremos solo un movimiento político”.

Las FARC-EP o Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se fundaron como un ejército rebelde ligado al Partido Comunista de Colombia en 1946 tras un conflicto de una década entre Liberales y Conservadores que devastó las zonas rurales de Colombia y trajo como consecuencia la persecución de las comunidades comunistas organizadas. El alzamiento guerrillero se formó en la doctrina marxista y antiimperialista, demandando la reforma agraria y en defensa de los derechos de los campesinos. Luego de más de 50 años estas siguen siendo las premisas de la agenda de las FARC-EP y han logrado ser fundamentales en el proceso de paz que comenzó en La Habana en 2012.

“La guerra puede ser algo que te consume… pero no creo que eso implique que pierdas el sentido de por qué estás luchando”, comentó Nariño en referencia a cómo el movimiento ha estado conectado con sus raíces todos estos años.

Agregó que en la educación política y la formación de conciencia es parte de la “vida diaria” en las FARC-EP. Un proceso interno se ha estado desarrollando en el movimiento en cuanto a la igualdad de género como respuesta al machismo que prevale en la gran parte de la sociedad colombiana. Las mujeres conforman cerca del 40% de los miembros de las FARC-EP y si bien es cierto que ha habido progreso, el asunto se mantiene como una lucha del “día a día”.

“En la sociedad colombiana no encontrarás una comunidad o un grupo donde los hombres y las mujeres cocinen, laven sus ropas, vayan a combatir, lleven pesadas cargas,etc.”, añadió Nariño, “En la selva todo se hace de manera equitativa, pero esto no quiere decir que no debamos seguir trabajando en ello”. Una perspectiva de género ha sido incorporada en los acuerdos de paz con una subcomisión especial en el proceso de negociación.

Las conversaciones en La Habana han logrado un hito parcial en cuanto a la justicia transicional, los derechos de las víctimas, la reforma agraria, sustitución de cultivos de coca, entre otros asuntos. A comienzos de 2016, ambas partes firmaron un histórico acuerdo bilateral de cese al fuego, un paso fundamental para poner fin a una guerra que ha tomado las vidas de 220 mil personas y ha desplazado a unos 6,3 millones de personas, la mayoría de origen afrocolombiano.

“A veces me entristezco cuando pienso en aquellos camaradas combatientes que murieron en la selva, pues creo que podrían haber dado una gran contribución en este proceso en La Habana, y claro está en la construcción del nuevo país”, afirmó Nariño. “Es difícil de aceptarlo…eran jóvenes que tenían mucho que dar”.

Para Nariño hay muchas razones para sentirse optimista: “ Se que los colombianos han sufrido en el conflicto, y creo queesta es una oportunidad para todos de participar en la reconstrucción de un nuevo país, comenzar una nueva página en el libro de la historia de Colombia”.

A pesar de estar en este umbral de la paz, todavía quedan retor importantes. Los asuntos más importantes en la mesa de negociaciónb incluyen la futura participación política de las FARC-EP, la reincorporación de los rebeldes desmobilizados en la sociedad, y otras medidas de importancia en la conclusión del conflicto. Mientras tanto, el ex Presidente Álvaro Uribe ha estado haciendo uso de sus talentos de alarmismo con su retórica de extrema derecha impulsando el voto por el “No” en el plebiscito del acuerdo de paz, que se espera sea a unos pocos meses de la firma del acuerdo.

“No tiene sentido votar en contra de la paz”, argumenta Nariño y agrega que la “extrama derecha” colombiana ha utilizado una serie de “falsos slogans” con el fin de ocultar los aspectos positivos de los acuerdos de paz, desde planes para la redistribución de las tierras a la sustitución de los cultivos ilícitos de coca por otros rubros, así como tribunales de paz especializados para juzgar a presuntos criminales de guerra.

“Queda claro que quienes están en contra del proceso de paz no son víctimas del conflicto…no son personas que han sufrido verdaderamente”, añadió. “Son personas que se aprovechan y que han sacado beneficios del conflicto”.

El plebiscito sobre el acuerdo de paz necesita asegurar el umbral del 13% para ser aprobado. Inclusive en el improbable caso de que los colombianos no aceptasen el acuerdo, un voto por el “No” dejaría abierta la puerta para que el gobierno reiniciase las negociaciones con las FARC-EP en asuntos particulares, así lo dijo el principal representante del gobierno en las negociaciones Humberto de la Calle.

Inclusive después de que hayan sido firmados los acuerdos de paz, lo cual podría ocurrir en unas pocas semanas, muchos retos quedarán abiertos para la reconstrucción de una sociedad marcada por décadas de conflicto.

“Creo que el principal reto de la sociedad colombiana será la reconciliación”, dijo Nariño, señalando lo que ella describe como dos Colombias divergentes que deben ser reunidas para ofrecer oportunidades y proveer para las necesidades básicas de todos los ciudadanos, no solo los de una clase privilegiada. “Seguiremos trabajando por la reconciliación, la justicia social y la paz en Colombia, y nos aseguraremos que esas dos Colombias desaparezcan y se conviertan en una sola”.

El camino hasta este punto no ha sido fácil. Nariño explica que es una “vida bastante dura” en las FARC-EP y que ha “sufrido el estigma” como otros combatientes nacional e internacionalmente. Ella sostiene que los medios de comunicación, especialmente en Colombia, han jugado un rol fundamental al azotar este menosperecio, a la vez que muestran una “carencia de enseñar la paz” dentro de la sociedad. La combatiente rebelde holandesa afronta cargos por terrorismo en Estados Unidos, y en su país natal recientemente aprobó una ley que permite al país revocar la ciudadanía de ciudadanos que se hayan unido a las llamadas organizaciones terroristas en otros países. Tanto Estados Unidos como los Unión Europea clasifican a las FARC-EP como una organización terrorista.

En Colombia las FARC-EP y otros grupos guerrilleros han enfrentado duras críticas a lo largo de los años, tales como la acusación de la recluta forzosa de niños soldados. La organización ha negado estos cargos, afirmando que las fuerzas aceptaron a jóvenes víctimas resaltando que las condiciones de la guerra a veces fuerzan a las personaas a tomar decisiones difíciles. A inicios del año las FARC-EP prohibieron cualquier reclutamiento de menores de 18 años y enviaron de vueltas a sus casas a todo combatiente de menos de 15 años de edad.

“Sabemos que en Colombia la situación de los niños es muy difícil, y que muchas veces buscan refugio en nuestros campamentos, a veces menores de 15 años”, afirmó Nariño, destacando ejemplos como la violencia paramilitar, la violencia doméstica y la falta de acceso a la educación y a la vivienda, lo cual empuja a los chicos a la guerrilla. “Nosotros como FARC-EP también sabemos que la guerra no es un escenario para los niños, y estuvimos de acuerdo en tomar la decisión como un gesto hacia la construcción de la paz”.

Esa construcción de la paz, sin embargo, está apenas en su etapa primigenia a partir del momento en que la guerra civil más larga de América Latina llega a su fin. “Hemos dicho muchas veces que la paz no solo se decide con las armas”, agrega Nariño. “Es una construcción de largo plazo y debería incluir la justicia social, las oportunidades, el empleo, la salud, la vivienda, condiciones dignas de vida para todos. Colombia posee el mayor número de desplazados por conflicto interno después de Siria.

Actualmente las FARC-EP cuentan con unos 8 mil combatientes, de los 20 mil o un poco más que tuvieron en los años 90. El ejército rebelde minoritario del país, el Ejército de Liberación Nacional o ELN, fundado en la misma época que lasFARC-EP, cuenta con 3 mil miembros y no ha lanzado un acuerdo de paz formal con el gobierno. Colombia ha enfrentado las guerrillas de izquierda y la llamada “Guerra contra las drogas” con una fuerte militarización respaldada por ayuda militar de Estados Unidos oir el orden de los 10 mil millones de dólares, en estos últimos 15 años con el Plan Colombia. Los presidentes Barack Obama y Juan Manuel Santos anunciaron un nuevo Plan Colombia 2.0 a comienzos de 2016, llamado Paz Colombia, el cual tiene planeado invertir unos 450 millones en Colombia de un total de 4,5 miles de millones de dólares los próximos 10 años.

Mientras el gobierno asegura la ayuda militar en el año que Santos ha denominado un “año para la paz”, las FARC-EP se preparan para su desarme y comenzar a participar en la vida política legalmente, que sigue para esta combatiente rebelde holandesa y representante de la mesa de negociaciones en este punto de inflexión para Colombia es incierto.

“En términos generales puedo decir que seguiré la lucha por la justicia en Colombia y en el mundo”, apuntó Nariño. “Lo que haga dependerá de lo que se necesite”.

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