Extrañando a Chávez (por Carlos Aznárez)

Con todo respeto, a cuatro años de tu desparición física Camarada Hugo Chávez Frías, quiero hablarte sin protocolos ni esos candados formales que tú te dedicabas a romper con risa pícara:

Te extrañamos, Comandante, por tu vehemencia a la hora de enfrentar a tus (nuestros) enemigos, a quienes marcaste a fuego sin que te tiemble la mano ni la voz. A todos ellos los fuiste redescubriendo, poniéndolos sobre la superficie y mostrando su brutalidad y avaricia. Te extrañamos, mientras nadamos en un mar de politiqueros mediocres y pusilánimes, aquel glorioso día que te aventuraste a denunciar en pleno corazón de las Naciones Unidas que por donde pasara Bush seguiría oliendo a azufre. Quien puede negar que  generaste una total simpatía global entre las y los que sufrieron sus guerras y crímenes genocidas. O cuando atacaste con furia a burócratas, corruptos y alcahuetes de turno que intentaban seducirte con halagos, y escuchando como siempre, la voz del pueblo los pusiste en su lugar. Tampoco te quedaste atrás en denunciar a las multinacionales depredadoras, a los paramilitares que asesinaban líderes y lideresas sociales en Colombia, en México o en Honduras, presintiendo que esa guerra contra los y las luchadoras se iba a extender (como ocurre en el presente) a muchos más países.
Con esa misma claridad pero también con ironía, te adelantaste al futuro que luego se descargó sobre el pueblo argentino, enfrentando a Mauricio Macri en un programa televisivo en agosto de 2003, durante tu visita a Buenos Aires y lo apabullaste apelando a conceptos e ideas políticas revolucionarias contra las que Macri no pudo decir ni pío y quedó expuesto al ridículo. Poniendo la guinda de la torta, y para disfrute de los miles de televidentes que seguían el programa, declaraste mirándolo de frente: “Quien quiera llevarse bien con Dios y con el diablo se vuelve loco”. Al actual Presidente le temblaba el bigote y se llamó a silencio.

Te extrañamos, compañero Hugo Chávez, porque supiste elevar al máximo la moral de tu pueblo, lo enrumbaste por la senda de los Libertadores y les mostraste de manera pedagógica que el bronce donde habían encerrado a Bolívar y otros como él, no era otra cosa que una cárcel para ocultar sus ideas emancipatorias. Ni qué decir de tus dotes de comunicador, utilizando todos los medios a tu alcance para formar y concientizar a quienes desde siempre habían sido excluidos de los beneficios y las distribución de la riqueza.
Insististe, para terror de la oligarquía como antes lo había proclamado Zamora, que la unidad del pueblo y de las Fuerzas Armadas Bolivarianas harían indestructible a la Revolución. No cediste ni un paso a las presiones de la escuálida oposición y cada vez que los confrontaste en las urnas los aplastaste, al calor de seguir construyendo democracia participativa y no retornar jamás a los tiempos de la Cuarta República.

Cómo no vamos a extrañar tu política exterior, Comandante, si generaste un huracán integrador como no sucedía desde mucho tiempo atrás. El ALBA, Unasur y la CELAC fueron naciendo al calor del compromiso con la Patria Grande, de la mano de Fidel y contando con el apoyo decidido de otros procesos que crecieron bajo el impulso bolivariano y antiimperialista. La palabra Socialismo volvió a imponerse como una meta a alcanzar y te esmeraste en explicar que se trataba de la única herramienta teórica y práctica para enterrar al capitalismo.

A pocos días del Paro Nacional de Mujeres, no se olvida tampoco tu prédica a favor de sus derechos que te convirtieron en el primer mandatario feminista del continente. No por oportunismo como suele ser practicado actualmente por algunos funcionarios sino por convicción de creer que las compañeras se han ido convirtiendo en la vanguardia rebelde de estos tiempos.

No sería justo olvidar que gran parte de lo que construiste para tu pueblo sigue en pie bajo la actual conducción de Nicolás Maduro, al que elegiste en momentos donde ya la vida se te estaba escapando por los poros. Pero también es verdad que aún queda mucho por hacer y que Revolución que no se radicaliza pierde su contenido. No es una profecía sino que surge como consigna desde las entrañas del Bravo Pueblo. También fuiste testigo de las debilidades e incorrecciones que ciertos gobiernos que te doraban la píldora con el sonsonete del progresismo, no quisieron dar los pasos necesarios para alcanzarte y se quedaron envueltos en una maraña mezclar capitalismo “humano” con voracidad extractivista. A pesar de esa buena letra, el Imperio ayudó y seguirá ayudando a quitarlos del medio.

Son tiempos complicados los que estamos viviendo, Comandante, sobre todo por el avance de la derecha regional que además de su idiosincracia racista, depredadora y asesina (en estos mismo días estamos recordando a Berta Cáceres), tu legado, tu juvenil estilo de ponerle freno al Imperio y a sus discípulos, sigue fogueando el ánimo y la autoestima de los que se juegan por enteros abajo y a la izquierda por la Revolución y el Socialismo.

Te extrañaremos, camarada Hugo Chávez Frías y recordaremos cada una de tus enseñanzas a la hora de seguir batallando por una sociedad donde quepamos todos y todas.

 

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