El sufrimiento del exilio. Lo que la guerra se llevó…

Written By Allende La Paz on viernes, julio 08, 2016 | viernes, julio 08, 2016

El sufrimiento del exilio. Lo que la guerra se llevó…

Hernando Vanegas Toloza, Postales de Estocolmo.

Quién no lo haya vivido no puede contarlo. Ni siquiera imaginarlo. No hay mayor tormento que la ausencia. Es peor que la muerte porque es una muerte en vida.

No tienes historia. Ni pasado, ni presente, porque estás aferrado a los recuerdos del pasado. Tu futuro es siempre incierto.

Vives en una nebulosa tratando de encontrar puntos comunes en la tierra que te ha acogido. Mas nunca será igual por mucho que intentes engañarte.

Miras y vés lo que la guerra se llevó y se ha llevado. Tu inocencia está irremediablemente perdida. Tu mirar asombrado desde la militancia al ir descubriendo cómo se ejerce el poder en Colombia y cómo la guerra ha sido desatada por los círculos dominantes en el poder. Perdiste algunos de tus jóvenes camaradas asesinados en extrañas circunstancias.

Entendiste el intríngulis de la política y hasta tu familia creía que te habían ”lavado el cerebro”. Te habías vuelto tan racional que hasta a veces explotabas cuando no entendían lo que les decías sobre el peligro inminente de la guerra en tu patio.

Siempre creíste que la guerra era cuestión que solo sucedía en el interior del país. Que como en el poema de Brecht nunca te tocaría a ti.

Sí. A tí también te iba a tocar tu parte y te mordería en lo más profundo de tu alma. Amén de que fuiste detenido en Fundación y acusado de guerrillero, fuiste torturado, jugaron a la ruleta rusa contigo, después te montaron un expediente por “guerrillero”.

Mi amigo y compañero de estudios –William Medina, “Adán Izquierdo” en las FARC- me dió cobijo de la forma que él podía. En la Sierra Nevada. Allí viví 5 años entre campesinos, indígenas, finqueros, ganaderos. Quizás los cinco años más felices de mi vida ya que me desarrollé como médico real. Conocí casi toda la Sierra, sus páramos, sus lagunas que dan origen a los ríos que descienden por sus laderas, sus cafetales, sus cultivos de pan coger, y también conocí la dulzura de unas gentes duras que habían vivido la época de la Violencia de los años 50 y se habían refugiado en la querida Sierra.

Por mis hijos me trasladé a Bogotá y me tocó vivir semi-clandestino, un médico ejerciendo su carrera semi-clandestino, un mes aquí, otro mes allá, otro acullá. Hasta que amigos me recomiendan salir del país. Salgo en 1997. Creí así se solucionarían los problemas que me causaba un estado que practicaba el Terrorismo de Estado. Vana ezperanza.

Conocí un país en paz. Sin ejército. Otro aire se respiraba que llenaba el alveólo más recondidito de mis pulmones. Allí viví con mi familia durante 7 años. Mas la pesadilla volvió. El estrés postraumático se volvió nuevamente traumático. Volvió el DAS y Jorge Noguera Cotes. Quería que “trabajara para ellos”. Increíble y descabellada propuesta. Aunque sabía cual sería el premio. La muerte.

Maravillosas personas de la sociedad civil y funcionarios de ACNUR nos brindan a mí y a mi familia una nueva opción en otro país. Volver a empezar de menos veinte.

Mas siempre cargábamos el desarraigo como un pesado fardo. Vivías cosas nuevas añorando vivir tus vivencias viejas. Los paseos por el Camellón de Santa Marta. Comer pargos, lebranche, mojarras fritos con patacón. O un cóctel de mariscos… Ver los atardeceres en el Rodadero. Sólo los gestos hermosos de solidaridad de los viejos y nuevos amigos y camaradas nos daban fuerzas para seguir adelante. Hoy los sigo queriendo como ayer como sé que ellos hacen con nosotros.

Ese estado terrorista me castigó asesinando mis hermanos. 3 de ellos fueron asesinados aduciendo diferentes razones en tres diferentes años y en diferentes zonas geográficas. Dolor lacerante en el corazón. Impotencia. No poder hacer nada para si quiera saber las verdaderas causas. Aunque sí las sé. Si los primeros tiempos en el exilio vivía con una ansiedad perpétua que me produjo un pre-infarto y la necesidad de una angioplastía de 3 vasos coronarios, con el asesinato del último hermano mis arterias no soportaron más y explotaron. Derrame cerebral.

Reinicio de la vida desde menos 50. Hemiplejía, afasia, pérdida del nuevo idioma y del 10% del idioma materno, el español. Rehabilitación, reinicio de estudios, lucha por continuar mis esfuerzos por incorporarme como médico. Mi mujer luchando titánicamente para ganarse su salario y estudiando al mismo tiempo, mientras yo rehabilitándome recibía una ayuda estatal que a duras penas llenaban mis gastos.

Conocí y vivo otro país en paz. Me ha tocado luchar hasta lo indecible. En mi lucha viví la discriminación por mi condición de enfermo post-derrame cerebral y de migrante. Como si fuera poco, este año obtuve un diagnóstico de cáncer de Colon con metástasis a mesenterio y a hígado. Nunca esos obstáculos han arredrado ni a mi familia, ni a mí. Aquí estamos de pié. Poniendole la cara a la vida y a sus dificultades. Luchando por cambiar el destino.

Maravillosa familia la que en suerte me ha tocado. Una mujer que nunca en ningún momento me ha dejado solo. Unos hijos que se adaptaron al otro nuevo país, no sin una que otra secuela. Hoy son adultos que le producen a la adoptiva sociedad.

La guerra en mi país se ha llevado mucho de mí. Me ha despojado de mucho de lo mío. Jamás ha podido sembrar odio en mi mente. Vivo rodeado del amor de mi mujer y de mi familia. De mis amigos. Mas siempre añoro lo que he perdido por una guerra en la que nunca he querido estar.

Por ello, saludo la firma del Cese Bilateral de Fuegos del 23 de junio 2016 y los Acuerdos generales que en un futuro se firmarán. Queremos vivir en paz con justicia social.

La Paz es el único bálsamo que restañará nuestras heridas. Queremos vivir la vida como seres comunes y corrientes. No queremos ser detenidos en ningún aeropuerto del mundo por nuestra condición de exiliado politico. Queremos vivir la vida en Paz.

Foto de Postales de Estocolmo.

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