Por: Carola Chávez
Después de un mes de declaraciones de la MUD cargadas de violentas amenazas contra orden constitucional y, por supuesto, contra todo lo que oliera a chavismo, llegó el primero de septiembre y lo que la dirigencia opositora había anunciado como una tormenta terminó siendo garúa.
Hubo quienes viajaron durante horas para llegar a Caracas y tomarla, hasta hubo un cura que, a pie, viajó tanto que se pasó de largo hasta Campo Carabobo. Otros, simplemente salieron de sus casas y caminaron algunas cuadras. El Este del Este salió a sus calles. Eso era un exitazo porque no lo hacían desde 2014, cuando las guarimbas secuestraron sus calles durante meses, cuando su dirigencia se negó a recoger a sus locos, cuando les quitaron las ganas de marchar, no fuera a ser que terminaran otra vez secuestrados por la violencia encapuchada.
Convencidos de que sacarían a Maduro, tal como lo estuvieron hace poco de que hacían “la última cola”, salieron otra vez, a otra marcha sin retorno, aunque ya la MUD había matizado el discurso un día antes del evento, confinando la Toma de Caracas al Este del este, que siempre fue bastión opositor, así que terminaron tomándose a sí mismos.
Muchos, los más jóvenes y tristemente los más violentos, abrigaban la esperanza de un “vamos a Miraflores” a última hora, el esquinazo definitivo. Eso no pasó. Freddy Guevara, diputado guarimbero, al ser increpado por la falta de violencia, respondió a sus aspirantes a encapuchados: “aquí, ustedes saben que no hay suficiente gente para cumplir ningún objetivo”. Entonces descargaron su arrechera ahí mismito en Las Mercedes.
A Chúo Torrealba -porque nadie más quiso echarse esa vaina encima- le tocó cerrar la toma, la caminata del cura errante, las horas en autobús, la esperanza del fin de chavismo, con un hasta luego y recuerden cacerolear a las 8 pm. Entonces, todo el odio que habían sembrado se volcó contra Chúo y la “maldita MUD”, tuiteaban opositores sedientos de sangre, colocando la maldita frase de primera en las tendencias mundiales de la red. Ellos, tan mediáticos, tan virtuales, tan posicionadores de etiquetas para vender irrealidades a “la comunidad internacional”, el primero de septiembre, cegados por la frustración y odio, a punta de venenosos tuits, mostraron su violento plumero, metiéndose un tuitero autogol.
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